Libro-YQCM-3

¿Y qué comemos mañana?
Mª Isabel Torres Siller, Andrés Ramírez Ruiz

Sin una intención clara, en 2018 empezamos a documentar las recetas de Fina durante los fines de semana. Con imágenes y con su voz, fuimos recopilando anécdotas sueltas que nos hacían viajar a épocas desconocidas para nuestra generación: migrar dejando atrás tierras, familiares, la posguerra, la falta de. Hasta que un día pensamos que podría ser bonito convertir todo ello en un libro.

¿Y qué comemos mañana? es el primer libro de TableTimes. Un recetario biográfico que nace del agradecimiento. A punto de cumplir 85 años, la abuelita Fina —que es abuelita para muchos más que sus nietos— nos sigue enseñando que la única constante en la vida es el cambio. Y que la modernidad se lleva en la esencia.

A lo largo del libro, la acompañamos mientras cocina y nos narra momentos de su vida. Recuerdos y memorias se alternan con imágenes que nos muestran los detalles y la belleza de lo cotidiano. Dejando para el final un anexo con el archivo de sus recetas. 

YQCM-Spread-01L
YQCM-Spread-04L
YQCM-Spread-03L
YQCM-Spread-09L
YQCM-Spread-011L
YQCM-Spread-06L
YQCM-Spread-07L
YQCM-Spread-010L

TIRAMISÚ
¡NIÑAS CANTAD, CANTAD!

Estoy preparando un tiramisú para mañana. Esta receta me la enseñó mi nieta Mercedes, la primera en llegar. ¿Quién me iba a decir que iba a ser abuela a mis cuarenta y un años? Me contaron, Mercedes y Alex, que un amigo italiano les dio esta receta durante el viaje que hicieron a Milán. Pietro, me parece que se llamaba, y es la misma que hacían su madre y su abuela. Es muy sencillo y queda buenísimo, por eso me encanta. Y por hoy es lo último que hago, que no he parado. La cama, la lavadora, la comida… Y ayer me dormí a las dos de la mañana haciendo sopas de letras, ¡figúrate! Es verdad que siempre me ha gustado más la noche, trasnochar y levantarme tarde. Lo disfrutaba mucho cuando era joven.

            Mi hermana Isabel y yo trabajábamos en una sastrería cuando éramos jovencitas; a veces también en un almacén de frutas y verduras seleccionando los tomates, las peras y las judías. En muchas ocasiones había turnos nocturnos y yo era la primera en apuntarme. También estuve en una fábrica de almendras, las seleccionábamos y las empaquetábamos, y cómo me acuerdo del encargado. Se llamaba Teófilo, un señor muy gracioso, pasaba a cada rato y nos decía —¡Niñas, cantad, cantad! —para que no nos comiéramos las almendras. Ahí lo pasamos muy bien, cómo nos reíamos las dos.

SALSA DE TOMATE
UN POQUILLO MÁS DE HARINA
 

Yo no cocinaba. Era mi madre la que siempre hacía la comida. La primera cosa que cociné fue a mis veinte años: una salsa de tomate que nunca olvidaré.

            Doña Antonia, la señora de la casa donde acababa de empezar a trabajar cuando llegamos a Mallorca, ya se iba y antes de salir me dijo —Fina, con estos tomates haces una salsa, si tú la ves que está clarita, le pones un poquito de harina. —Ella había dejado hervido el arroz y yo me puse a preparar la salsa. Le añadí cebolla, los tomates, un ajo y harina hasta que fue espesando. Aquello yo lo seguía viendo clarillo, clarillo, así que fui poniendo más y más harina, ¡pero de repente eso se puso que parecía hormigón!
            Cuando llegó la señora pusimos la mesa y yo me hice un poco la despistada, no quería que viera la salsa ¡qué vergüenza! ¡Y vaya cara puso cuando la vio! Menos mal que no me riñó y se echó a reír, sabía que era la primera vez que hacía una salsa de tomate. En ese momento empecé a cocinar.
            Otro día Doña Antonia hizo un estofado de patatas, me lo dejó preparado. Aquel día vino la jornalera a hacer la limpieza más profunda. Yo hacía las camas, limpiaba la cocina y estaba con los niños ¡que eran cuatro críos!, el mayor tenía nueve y el más pequeño seis añitos, que a la hora de ir al colegio se sentaba en el váter
y de ahí no había quién lo moviera, qué chiquillo más travieso. Bueno, que la señora me dejó el estofado puesto y se tenía que ir haciendo a fuego lento. Después de un rato yo me comí dos trocitos de carne para probarla y ver si ya estaba listo, pero la jornalera yo no sé cuánta carne se habría comido cuando nadie miraba que cuando Doña Antonia volvió a casa ese estofado parecía un caldo más que otra cosa.
            En esa casa estuve unos tres meses. La patrona era una buena persona pero con ella también vivía su hermana y su hijo pequeño y los dos estaban locos perdíos… Al final, después de una discusión con la hermana de Doña Antonia, por un cazo que se había quedado con una mancha, le dije a la patrona —Yo aquí ya no trabajo más. —Pero ella quería que me quedase; me decía —Ponte tú a coser, que ya friego yo los platos. —Al final me dio un montón de camisas de su marido para arreglar.

120x165 mm / 272 páginas
Encuadernación otabind + Sobrecubierta
Munken print cream 80
Sirio Color Gialloro
ISBN:978-84-125362-1-8

Distribución (próximamente)
Contacto

@tabletimes_

hello @ tabletimes.es
TableTimes © 2023